Friday, July 18, 2008

Cómo finalizar una serie española

Gracias a la gran inventiva que los guionistas han mostrado con Los Serrano, se abre un camino casi infinito para cerrar las series españolas con finales que queden por siempre en la retina de los espectadores.
Algunas propuestas para series actuales serían:
. El Comisario: Tito Valverde se despierta en su sofá del salón de "Todos los hombres sois iguales", se había quedado dormido después de un maratón de capítulos de Starsky y Hutch
. Sin tetas no hay paraiso: la prota se despereza en la cama del hospital donde ha sido sometida a una operación de implante de pechos, oye a su novio, El Duque, portero de discoteca, que trapicheando con pastis ha conseguido el dinero para ponerle un par de tetas como le gustan a él, ella no puede verle. En unos segundos se da cuenta que tumbada y boca arriba sólo ve una sábana levantarse ante su vista, cuando la levantan la cama, por fin su mirada se cruza con su amado.
. Hospital central: una cámara sale de la puerta de urgencias, y enfoca un cartel que dice "Hospital Psiquiátrico de Navalcarnero", todos los protagonistas son enfermos mentales que creen ser médicos, enfermeros, pacientes, etc.
. MIR: en este caso el cartel pone "Hospital Psiquiátrico Juvenil de Móstoles"
. La que se avecina, unos bomberos sacan de entre los restos de un viejo edificio, afectado de aluminosis y que se vino abajo en la Calle Desengaño, 21 al presidente, el Señor Cuesta, durante los dos días que ha durado el rescate ha tenido constantes alucinaciones y pesadillas sobre otra vida en una comunidad de nueva construcción, con una hipoteca que crece y crece.
. El internado, varios amigos de la adolescencia, coinciden en una boda y tras el baile, en pleno extasis de la barra libre se ponen a recordar todas las historias que se inventaban sobre sus profesores y sus compañeros para entretenerse en el colegio, mientras se "inspiraban" pensando en las alumnas y profesoras que no les hacían ni caso, por lo que se bajaban continuamente a los sótanos del edificio a fumarse unos cigarritos de la risa que les suministraba el cocinero, el más raro era el director, que por los pasillos hablaba entre dientes y decía algo de lo bien que se vivía en el centro con su novio.
Y así podríamos seguir, sólo hay que echar un poco de imaginación, y un mucho de jeta

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